Dicen que quieren que demos todas las clases. Nos dicen que somos educadores y debemos respetar que nuestros estudiantes han pagado. Que ellos esperan recibir lo que han pagado. Por eso nos recalcan que lleguemos temprano, que demos nuestras horas completas, que no faltemos y que le demos una clase a la máxima potencia. En esas reuniones se le puede ver en la cara a todos los profesores que están de acuerdo y hasta un aire de motivación.
Si caminas por los pasillos las aulas están vacías. Ves a un profesor con un majestuoso grupo de 4 o 5 que no tienen planes para el fin de semana o se van temprano mañana. Hay aulas que portan sus nuevos aires acondicionados industriales, llevábamos tres semanas sin aire, y sus benefactores son un borrador y unos cuantos pedazos de tiza.
Que tranquila se ve la universidad a esta hora. No se oye el murmullo incesante de la juventud. No se ven los estudiantes corriendo porque están tardes. No se huele el cigarrillo de los famosos "breaks" que se auto-otorgan. Nada. Que vacio. Que silencio. Ni los árboles de la sinagoga están bailando.
Sí, parece ser que a los profesores y a los estudiantes se le olvida que hoy hay clases. Ya no importa todo lo dicho antes. Es un viernes. Un viernes, día antes de un fin de semana largo.
Eso siempre cambia el día antes de un fin de semana largo.
El parque se ve lleno desde aquí arriba. Ya el cielo va perdiendo su color. Es en esos momentos, durante esa pérdida de color, que el cielo se tinta de muchos colores. He descubierto que hay un momento en cual te puedes parar aquí arriba y mirar hacia el horizonte, ver como el parqueo brilla en su oscuridad, como el cielo torna de azul a naranja a negro y se pueden ver las montañas a la distancia. Hoy no hay brisa. Hoy no hay ese friito de las semanas pasadas. Todavía no llega el calor. Es una ausencia de clima.
Si caminas por los pasillos las aulas están vacías. Ves a un profesor con un majestuoso grupo de 4 o 5 que no tienen planes para el fin de semana o se van temprano mañana. Hay aulas que portan sus nuevos aires acondicionados industriales, llevábamos tres semanas sin aire, y sus benefactores son un borrador y unos cuantos pedazos de tiza.
Que tranquila se ve la universidad a esta hora. No se oye el murmullo incesante de la juventud. No se ven los estudiantes corriendo porque están tardes. No se huele el cigarrillo de los famosos "breaks" que se auto-otorgan. Nada. Que vacio. Que silencio. Ni los árboles de la sinagoga están bailando.
Sí, parece ser que a los profesores y a los estudiantes se le olvida que hoy hay clases. Ya no importa todo lo dicho antes. Es un viernes. Un viernes, día antes de un fin de semana largo.